
Unos minutos después entró apresuradamente un joven que se instaló a una butaca de distancia. Estela sintió su agitación y el ritmo de su respiración alterándose. En la pantalla, el vampiro acechaba a la joven de manera sensual y dramática, su sombra se cernía sobre la piel blanca de la mujer y ella cerraba los ojos, conteniendo el placer de la sangre, la muerte y la posesión.
Supo que el hombre estaba tocándose a sí mismo, dándose el placer que para ella estaba vedado y que ahora se encontraba a unos palmos de distancia. Su temblor llegaba suave y cadencioso hasta su asiento y alteraba el ritmo de su respiración tanto como la del desconocido, que mantenía la vista fija en el cuello de la actriz quebrándose hacia atrás, gimiendo y cayendo lánguida en los brazos del vampiro.
Esta es la historia de una humilde familia que surge gracias a la temprana visión de la madre, quien está decidida a asegurar el futuro económico de sus hijos. El narrador conoce los íntimos detalles y sin eufemismos, con un realismo descarnado, confía la historia de cada personaje: hombres y mujeres aparentemente "muy comunes", pero que en su momento se convierten en personas únicas e importantes.
"(…) Otros hombres abundan en estas páginas -tíos, pretendientes, yernos por venir- pero el núcleo duro de la historia son las mujeres, y el chileno se convierte en un niño grande y vacilante. Escrita con soltura e intensidad, Las Marías es otro punto de vista sobre la evolución de la sociedad chilena. A través de los ojos de una mujer."
Artemio Echegoyen, crítico literario.